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Reflexión.

No hay que desearle el mal a nadie, ni forzar un desenlace precipitado en contra de quienes nos hacen daño. Al final todo cae por su propio peso.

Por más rabia que nos produzca algo, por más injusto que nos parezca e incluso por más cínico que sea alguien, no debemos forzar nada ni mucho intentar hacer justicia por nuestras propias manos.

Solemos preocupamos demasiado por las malas intenciones de los otros.

Si bien los obstáculos que algunos nos interponen en el camino solo buscan que no logremos nuestras metas en el transcurso de nuestra vida, al final ellos no consiguen sus feos propósitos.

Es obvio que con tanta gente a nuestra alrededor levantándonos chismes nos den ganas de salir corriendo y dejar todo atrás.

Sin embargo, cuando hemos hecho las cosas correctamente, más temprano que tarde, las evidencias abogarán a nuestro favor y con el respaldo del Señor todo volverá a su curso normal.

¡No hay por qué preocuparse, al menos no más de la cuenta!

Sobre el camino se arreglen las cargas.

Sin mover ni un solo dedo, Dios hará todo lo necesario para que, pase lo que pase, se cumplan con justicia todas las situaciones.

Mi padre solía decirme: “No se apure, ya se detendrá; no lo derribe que él mismo se delatará porque las cosas siempre se caen por su propio peso”.

¡Y así es!

El mal proceder se viene abajo de manera espontánea sin necesidad de aplicarle ninguna fuerza externa.

Cada acontecimiento que sucede se da, de manera literal, porque tiene que pasar. Nadie escapa a la justicia divina ni a la ley de la causa y efecto.

El que ha intentado tapar con engaños su traición tendrá que ver cómo su castillo de mentiras se desmorona.

Siempre habrá un momento en el que la verdad aparecerá, dejando todo en evidencia y llevando el nivel de la balanza a cero.

El castigo por lo mal que se hace llega, sobre todo cuando está elaborado de una manera premeditada o se ha planificando con el único afán de lastimar.

No suelo asombrarme por mayores cosas en particular, no porque haya perdido la capacidad de asombro sino porque he aprendido a defenderme sin utilizar la venganza como estrategia.

Y eso es, en esencia, lo que quisiera transmitir hoy con estas líneas: aprender a perdonar sin guardar rencor y, sobre todo, dejar las cosas en las Manos de Dios.

Así muchos se burlen de nosotros y quieran lastimarnos, el mundo de por sí tiene su propio equilibrio; solo hacen falta gotas de paciencia y el tiempo suficiente para que la ecuación de la vida funcione.

Lo mejor que podemos hacer es ignorar insultos, no prestarles atención a indirectas de cualquier tipo, no acelerar el nombramiento a un cargo en la empresa, no insistir en obligar a nadie a nada, en fin…

También es preciso dejarnos llevar por la vida misma y no intentar aparentar lo que no somos. Todo lo que se oculta termina aflorando, toda falsedad en algún momento es aclarada, todo lo que se disfraza se delata, toda mentira es descubierta, así como todo lo bueno trae su respectiva recompensa.

Así no lo veamos inicialmente, lo que hagamos ahora se verá reflejado mas adelante en el futuro y no tenemos por qué conducir nada a un destino forzado.

Las angustias que nuestros detractores nos hagan padecer hoy, más tarde serán aliviadas.

Algún día llegará nuestro tiempo; y lo veremos en el momento preciso y en la debida proporción.

De ahora en adelante, deje que suceda lo mejor para usted y para ello solo debe permitir que las horas hagan su trabajo y que sea lo que tenga que ser. No tome nada como personal, no se sienta atacado por personas que no valen la pena. Deje todo con el normal vaivén del viento.

Pídale a Dios sabiduría para tomar las decisiones correctas, pero sin acelerar ningún proceso y dejando que la vida fluya.

Eso sí, cultive sus pensamientos con todo aquello que ayude a multiplicar la esperanza, la fe y la confianza en usted mismo.

Perdone a los demás, deje que las heridas sanen y suéltese de todas esas cosas que lo atan al rencor y a la rabia.

Conéctese con su esencia, con su espiritualidad y con lo mejor de usted; y verá que todo fluye.

Lo mejor de todo es que cuando suelta y deja ir es cuando más se recibe.

¡Dios lo bendiga!

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