Estas monjas mexicanas elaboran productos de cannabis que se exportan a todo el mundo y han convertido a la marihuana en una especie de religión.

Compañeras y amigas desde los 14 años, estas dos monjas mexicanas cannabicas se saben reconocidas entre aquellos que se han involucrado en la creciente cultura empresarial de la marihuana. En 2019 la hermana Luna dijo:

“Nos afiliamos a la hermandad el año pasado. Antes habíamos tenido la idea de formar un negocio de extractos de aceite, porque ella es de formación bióloga y yo estudié Negocios”

La Hermana se refiere a Sisters of the Valley, una hermandad dedicada al negocio del Cannabis en California. Luna y Camila son las dos primeras monjas mexicanas que se adhirieron al grupo, las primeras que hablan español, las primeras provenientes de un país latinoamericano que ha visto muertes y sangre derramada por una guerra contra las drogas.

“Creo que si hubiéramos querido emprender el negocio aquí no hubiéramos hecho nada. En México, para empezar, no hay protección, no tienes seguridad, y en un negocio así lo que se necesita es sentirse protegido, que haya organización en el Gobierno”,

Se lamenta la hermana Camila.

En 2019 las monjas llegaron a CannaMéxico, convención sobre cannabis organizada por el expresidente Vicente Fox, cargando unas mochilas que multiplicaron el tamaño en sus menudas anatomías, una de gafas RayBan, las dos de tenis deportivos y las ganas de darse a conocer: difícil que una monja pase desapercibida en medio de un tumulto cannabico; imposible cuando son dos.

“Estamos alcanzando un objetivo: que nos conozca la gente. Estos eventos nos dicen que están escuchando lo que tenemos que decir”, asegura Camila cuando habla de la trascendencia de llevar el tema del cannabis al debate público.

Sisters of the Valley fue creada por la Hermana Kate –en la congregación los apellidos han quedado en el olvido–, quien comenzó a sembrar marihuana como un grito de rebeldía contra un Gobierno que, consideraba, no ofrecía el apoyo suficiente a las mujeres trabajadoras.

Los hábitos de la hermandad son, entonces, pura desobediencia. Una forma inédita de feminismo que tiene en el centro de la conversación una polémica planta, la cual también representa el sostén para el grupo.

Con el cannabis que siembran, las monjas mexicanas obtienen cannabidol, una sustancia que se extrae de la planta, de gran potencial para disminuir dolor. Con esta sustancia, las monjas fabrican jabones, pomadas y cápsulas que entregan a diversas partes del mundo. Los envíos pasan por artículos de cuidado personal, llegan a diferentes países y generan ganancias suficientes para mantener al grupo.

California le demuestra algunos días al mundo que los nuevos multimillonarios se hacen en sus campus hipertecnológicos y, otros, que el cannabis es el nuevo rompope y que la nueva visión religiosa de las monjas es igual a monjas que no tienen religión.

California le demuestra algunos días al mundo que los nuevos multimillonarios se hacen en sus campus hipertecnológicos y, otros, que el cannabis es el nuevo rompope y que la nueva visión religiosa de las monjas es igual a monjas que no tienen religión.

“También llevamos esto de manera espiritual y por eso precisamente nos integramos a Sisters of the Valley. El respeto que tienen por la planta es el respeto que se merece cualquier planta medicinal, pero con la diferencia que ésta puede ayudar a muchas personas”.

Hermana Luna

Cada Luna llena, las monjas mexicanas realizan rituales para agradecer a la planta. Si se les pregunta cómo consumen el cannabis, contestan que lo fuman, pero siempre por alguna razón.

“Sí consumimos marihuana de forma lúdica, no sólo porque sí, sino que por respeto a la planta siempre lo hacemos por alguna razón. De forma medicinal, consideramos que se debe seguir informando, sobre lo que es el CDB y el THC, quiénes pueden usar la planta, qué tipo de malestares se pueden resolver con ella”, explica la hermana Luna.

Para California, el consumo de cannabis con fines medicinales no es reciente, se trata de una industria de varios años, pues desde 1996 se ha regulado este tipo de consumo, sin embargo, la permisividad para su uso recreativo data de 2018, cuando el estado abrió este rubro y rápidamente se convirtió en uno de los líderes potenciales de la industria.

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